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La China ha evolucionado mucho en los últimos años. A nadie se le escapa que la que hasta ahora era la «fábrica del mundo» de productos baratos y de poca calidad, se está convirtiendo en una potencia económica que poco le queda para superar a los Estados Unidos. Aún tenemos muchas ideas preconcebidas sobre China, la desconocemos mucho, y la opacidad de su gobierno tampoco ayuda. Ir, aunque sea por unos pocos días, nos puede dar una idea más aproximada de su realidad, y es lo que en SUD Renovables pudimos hacer a finales de octubre pasado, cuando Huawei (a través de su distribuidor Baywa ) nos invitó a visitar su sede en Shenzhen y sus fábricas de inversores y centros de I+D en Dongguan.
Huawei es una empresa multinacional privada china de productos electrónicos, con 197.000 trabajadores, de los que un 54,8% se dedican a R&D desde los 12 centros de investigación que tienen en todo el mundo. La empresa la fundó en 1987 Ren Zhengfei, que es una de las personas más ricas de China, y una de las 100 personalidades más influyentes del mundo en 2005 según la revista Time. ¿Cómo puede haber en un país que en principio es comunista personas tan ricas dirigiendo empresas multinacionales privadas? La respuesta a esta pregunta explica la evolución que ha tenido China en los últimos años. Deng Xiaoping (presidente entre 1978 y 1997) fue quien introdujo las reformas para la liberalización de la economía china, quien dijo que para promover la modernización de China era necesario «permitir que algunas personas se hagan ricas primero» , que el enriquecimiento de un pequeño colectivo de la población favorecería, a posteriori, el bienestar colectivo. Y el fundador de Huawei es uno de esos ricos.
Vamos a nuestro viaje: llegamos a Hong Kong, y de ahí vamos en bus hasta Shenzhen, que es una ciudad muy joven, creada en los años ochenta como Zona Económica Especial (ZEE), pensada como hub tecnológico e incubadora de startups, por eso la llaman la Silicon Valley china. Su crecimiento es espectacular, hoy la jefatura alcanza ya los 17,5 millones de habitantes, y se han creado empresas como Huawei, BYD o DJI (drones), para poner sólo tres nombres que nos suenen, pero hay más de 18.000 empresas de alto nivel y unas 50.000 tecnológicas de tamaño medio.
Pasear por sus calles es como visitar la ciudad del futuro: todos los autobuses y taxis son eléctricos, y encontramos otros muchos vehículos eléctricos, motos eléctricas de poca potencia que iban por la acera e incluso por los pasos peatonales subterráneos (ver vídeos a continuación) . El aire que se respira es muy limpio y el cielo de un azul perfecto. Hay poco ruido, y las calles están muy limpias. Espóiler-aviso por los apocalípticos de los vehículos eléctricos: a pesar de tener mayoría de vehículos eléctricos, había total normalidad, nada de incendios de baterías por las calles, ni problemas para cargarlos. También uno se da cuenta de que vehículos eléctricos como BYD que recién ha llegado a Europa y que algunos piensan que acaban de «salir del horno» para «invadirnos», son vehículos que hace muchos años los tienen circulando por sus calles. Tienen una alta demanda interna para ir introduciendo primero sus vehículos, y al cabo de unos años exportarlos a otros países. Con los productos fotovoltaicos ocurre lo mismo: su mercado interno es muy potente, es, de largo, el país que más potencia fotovoltaica instala. Fabrican la mayoría de los paneles fotovoltaicos del mundo, sí, pero también son los que más instalan.
Los bares, restaurantes y tiendas están en el interior de los edificios, lo que da a la ciudad un aspecto tranquilo, además de limpio. Hay muchos rascacielos, el más alto (Ping An, de 599m) supera al más alto de Nueva York (One World, de 541m). El primer día cenamos en la planta 100 del segundo edificio más alto de la ciudad, el KK100 (ver foto más arriba). Por otra parte, por las calles de la ciudad también vemos numerosas cámaras de vigilancia, lo que nos muestra la otra cara de esta sociedad, sometida a un control muy restrictivo.
El primer día fuimos a visitar las oficinas centrales (HQ) de Huawei Digital Power, un Near-Zero Carbon Campus (edificios con fotovoltaica integrada en los mismos cristales de la fachada), donde tienen el Edison Exhibition Hall, un gran y espectacular showroom con todos sus productos de digitalización, generación y movilidad eléctrica.
Este Edison Exhibition Hall es un claro ejemplo del ambicioso plan industrial, llamado Made in China 2025, que el gobierno Chino se ha fijado con el objetivo dejar de ser la «fábrica del mundo» (que produce bienes baratos y de baja calidad por los bajos costes de la mano de obra y destinada a la exportación) y pasar a producir productos y servicios de alto valor tecnológico, para exportar y para su mercado interno, claramente en aumento. Quieren llegar en 2025 a tener el 70% de toda la producción mundial de lo que se llaman las industrias del futuro: inteligencia artificial, robótica, vehículos no tripulados, tecnología blockchain y fabricación avanzada.
Visitamos una estación de carga de vehículos eléctricos: 19 cargadores que van de los 160kW, 250kW, hasta el último modelo que llega a 600kW de potencia, donde podemos leer en chino la frase «un km cada segundo«, es decir, que por cada segundo de carga tienes un kilómetro más de autonomía: ¡sólo hacen falta 5 minutos para tener 300km de autonomía! Por ahora muy pocos vehículos pueden cargar a tanta potencia, pero todo llegarár. La estación, además, cuenta con una batería Huawei de 200kWh, que permite por un lado almacenar los excedentes fotovoltaicos y por otro dar una potencia extra a la de la red (sumándola, lo que permite ahorrar en potencia contratada).
Después fuimos a las oficinas de Huawei Bantian HQ, donde se encuentra la dirección general, con una preciosa biblioteca con libros de todas las culturas y disciplinas (filosofía, economía, arquitectura, energía, incluso de Bob Dylan ;), con cuidados jardines y un gran lago central. Todo ello forma parte de una gran área donde hay un campus, una universidad y centro de formación propios de Huawei. Los técnicos y responsables de productos de Huawei nos explicaron los requerimientos de diseño y seguridad que utilizan con sus productos, mostrando una evidente preocupación por hacer bien las cosas, con buena fiabilidad y garantizando la seguridad de sus equipos (que es especialmente importante para las baterías de litio).
Al día siguiente fuimos a Dongguan, a visitar uno de sus muchos edificios de fabricación. Aquí no pudimos hacer fotos (no dejaban entrar ni relojes ni móviles), y de hecho nos enseñaron muy poca cosa: subimos a la planta cuarta de uno de los edificios, donde vimos una parte de la línea de fabricación de uno de los modelos de inversores industriales. ¿Por qué nos enseñaron tan poco? Dicen que es por un tema cultural, que va más allá de su miedo a ser copiados (como se podría decir que ellos han hecho de los occidentales), sino que tiene más que ver con lo que dijo Deng Xiaoping (recordemos que fue el presidente que abrió la economía china en el mundo global), la llamada estrategia de los 24 caracteres:
«Observar con calma, reafirmar nuestra posición, afrontar los problemas con tranquilidad, esconder nuestras capacidades y esperar el momento oportuno, mantener un perfil bajo, y nunca buscar el liderazgo.»
Supongo que la parte de «esconder nuestras capacidades» explicaría el porqué no nos enseñaron las fábricas con el mismo detalle que por ejemplo lo hizo SMA en Alemania o Sunpower en sus fábricas de México. Será un tema cultural, seguramente.
Fuimos a un espectacular campus que es un centro de I+D, una ciudad que es toda de Huawei (acceso restringido) con canales de agua y un sistema de transporte de tren con varias estaciones, donde cada estación tiene un nombre de una ciudad europea, y los edificios de aquella zona tenían una arquitectura que imita a la de la ciudad que tenía la parada, como por ejemplo Oxford, Brujas, Luxemburgo, París, etc.
Incluso tienen una gran biblioteca de Huawei, que es una copia (ellos quizá dirán una inspiración) de la Biblioteca Nacional de Francia, con libros también de todas las disciplinas y culturas, con un claro predominio de la occidental.
Ante toda esa majestuosidad, uno se pregunta: ¿por qué? ¿Por qué copiar e imitar tanto? ¿Es un homenaje a nuestra cultura? ¿Una manera de demostrarnos cómo nos admiran, que somos un referente cultural para ellos? ¿Por qué el sr. Huawei imitó la biblioteca de Francia? ¿No podía contratar al mejor arquitecto chino y hacer su biblioteca Huawei, una que fuera única en el mundo? ¿Tienen algún complejo? Seguramente las diferenciales culturales no me permiten tener una respuesta a todo esto.
Finalmente visitamos un concesionario de vehículos eléctricos que era también una tienda (ahora debemos llamarlo «store») de dispositivos Huawei. Era como estar dentro de una tienda Apple y Tesla al mismo tiempo, con la misma forma y estilo de presentar los productos. Una muestra más de que la clase media china está creciendo y con ella la demanda de todos estos productos.
Vuelvo de este viaje con estas impresiones personales: sé que hemos estado ahí pocos días y sólo en una pequeña zona de China, y seguramente es la más avanzada del país. Sí, China es muy grande, y seguro que encontramos de todo, también las fábricas con pésimas condiciones que producen productos baratos y de poca calidad, con mano de obra barata (de donde salen seguramente muchos de los productos del «todo a cien»). Tampoco pierdo de vista que es un país en el que no hay libertad ni democracia, que tienen un gobierno autoritario y un partido monolítico. China está muy lejos del ideal de país, está claro. No es un país al que iría a vivir, sinceramente, pero como intento hacer siempre que viajo: fijémonos en las cosas que hacen bien y que podamos llevarnos de vuelta a casa.
Vuelvo con una imagen reforzada de los inversores y equipos Huawei. Lo de llamar despectivamente todo lo que nos viene de china como «producto chino», como si todo lo que viene de allí fuera de mala calidad, es un estereotipo que conviene que revisar, porque demuestra un desconocimiento de la realidad de hoy en China, de la evolución tecnológica que ha realizado en los últimos años. Les queda, eso sí, demostrar la durabilidad de los equipos con el tiempo, cómo puede hacer SMA, que tienen más de 40 años de experiencia. Sólo el tiempo dirá, pero hoy nada hace sospechar que los equipos de Huawei sean poco fiables.
Vuelvo también admirado del camino que han hecho (y que están haciendo) los chinos. Creo que haríamos bien en Europa en ver qué podemos hacer nosotros para recuperar el tiempo y terreno perdido. Nos toca ahora a nosotros mirar hacia allí y aprender de ellos (de lo que hacen bien, por supuesto).
Y me quedan unas reflexiones finales sobre China, ¿qué debemos hacer con sus productos, sobre si tendremos capacidad en Europa de recuperar las fábricas y volver a producir productos aquí, si podremos competir con ellos, o quizás ya hemos llegado tarde? Pero como me estoy alargando demasiado y este artículo ya es demasiado extenso, mejor lo dejamos por otra entrada, que voy a titular «¿Qué debemos hacer con China?«
Bibliografiía básica: «La nueva era de China: La gran estrategia para el sueño de Xi Jinping»; Ander Sierra y Àngel Marrades.
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